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Investigación

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Los Nudos Invisibles: Pecado y Mundos Posibles. Teología II

Código: 0018-20

 
Resumen:

Este proyecto, titulado "Los nudos invisibles. Pecado y mundos posibles. Teología II", da continuidad a la investigación "Evaluación del uso extenso del concepto persona. Teología I" y se ocupa de explicar con detalle las características y repercusiones fundamentales que ha tenido la "crítica de la doctrina teológica del pecado" en el pensamiento teológico político en la transición entre los siglos XVII y XVIII. Resulta claro que para el desarrollo del concepto de persona y, por añadidura, de la idea de lo político entendida como actividad humana que crea mundo, los británicos del siglo XVII (Hobbes y Locke) asumieron como necesario, además de un estricto minimalismo confesional - que no la renuncia a la discusión teológica-, separar su teoría del poder de los cuerpos y mentes humanas de una visión radical de la depravación humana (massa damnata). Desde un punto de vista conceptual el imaginario político teológico que sostenía la capacidad humana de crear "mundos artificiales", capaces de nutrir, prolongar e incluso crear vida (tal y como es expuesto en el Frankenstein de Shelley), es incompatible con una visión que insistía en la "miseria de toda ciudad humana" o un determinismo metafísico. Todo lo anterior, cuyo trasfondo más cercano incluye la pregunta acerca de si la vida humana tiene una orientación vinculada a su "naturaleza" o si el universo responde a una providencia supremamente bondadosa, describe un conjunto de procesos de desfondamiento, extensión o vaciamiento de la noción de pecado que permiten comprender en detalle los alcances y límites de la imaginación teológica y sus críticas. "Los nudos invisibles" trata de forma singular con dos tendencias contrapuestas en la recepción de la teología del pecado, a saber, las expuestas por Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) y François-Marie Arouet-Voltaire- (1694-1778). La discrepancia de ambos autores, los cuales sintetizan, a su vez, tendencias previas, ha sido explícitamente expuesta por Voltaire en su Poème sur le désastre de Lisbonne (1756), en el que el francés reclama: “No aprendemos de Leibniz por cuáles nudos invisibles, dentro del mejor orden de los universos posibles, un desorden eterno y un caos de desgracias, mezcla nuestros vanos placeres con dolores reales, ni tampoco por qué el inocente, tanto como el culpable, sufren de igual manera este mal inevitable". Lo expuesto en los versos citados pretende desacreditar la posición de Leibniz según la cual Dios permite que sucedan lo que parecen "males terribles" en virtud de que ellos suceden en el mejor de los mundos posibles. Ambas posiciones se estudian y contrastan de modo que puedan ser aprehendidos tanto sus presupuestos, procedimientos argumentativos y sus implicaciones. La cuestión del pecado, ya sea que se trate como producto de una mente atribulada o como una natural disposición humana a caer, ha sido decisiva, por su adyacencia con otras discusiones, para la elaboración de ideas acerca de voluntad y la libertad humanas.

 

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